Hace unos días, la feminista mexicana Marcela Lagarde, dio
una conferencia en Fuenlabrada a propósito del amor hetero-romántico (1).
Según ella, los hombres no nos tomaban tan en serio
como parejas porque creían en la eterna disponibilidad de las mujeres.
No tenían
miedo a llegar a viejos solos porque daban por descontado el ser amado.
Contaba que se desenamoraban rápido, que pronto les
caímos pesadas porque tenían que atender a otras prioridades. Y que por eso
siempre se contenían emocionalmente, al contrario de nosotras, que explotábamos
emocionalmente, creyendo haber encontrado un alma gemela.
Más allá, decía Lagarde: los hombres cuando expresaban
afecto, lo hacían con empeño solo si esto alimentaba su ego de poetas.
Me enfadé al escucharla. Si se cumplía la predicción de
Lagarde estaba dispuesta a llevar veneno a mis citas.
Así que, antes de decidirme, pregunté sobre el tema a una muestra poco
significativa de amigos, pero cuyos resultados me sirvieron para reflexionar.
¿Jugáis con ventaja los hombres?
Lo primero y más llamativo de todo es que muchos de los
hombres a los que pregunté no entendían estas afirmaciones de Lagarde. Algunos
las veían ambiguas y no sabían si posicionarse en el sí o en el no.
Mientras, las mujeres las comprendían de inmediato al
leerlas, y una me dijo "Cariño, deja de retratar a mi ex".
Sin embargo, cuando comenzaron a contestar, los hombres no le dieron la
razón a Marcela Lagarde. Al contrario, muchos hombres me respondieron muy
románticamente.
Respecto a
la expresión de sus sentimientos es verdad que muchos se mantenían recelosos,
pero algunos afirmaban romper límites sin medir consecuencias.
Hubo respuestas
conmovedoras: "No sé si será ego, pero a mí me da orgullo hacer feliz a mi
pareja, lo que más echo de menos de mi ex es hacerla reír."
Si bien era cierto que el miedo a envejecer solos era menor entre los
hombres que entre las mujeres, no daban
por hecho que encontrarían a un amor incondicional.
De hecho
alguno afirmó que no les gustaba que las mujeres se entregaran incondicionalmente
"porque es como si se arrastraran... porque su entrega se basa en su baja
autoestima"
Los hombres veían
el amor incondicional como sumisión. Las mujeres por el contrario lo veían más
bien como peligroso. Ellos, en sus respuestas, no mostraban miedo, pero se
mostraban cuidadosos con las mujeres, como si tuvieran que hacer un esfuerzo
para no hacer daño.
La percepción
de las mujeres, sin embargo, era más parecida a la realidad que describía Lagarde.
Dos chicas
de 16 años me dijeron: "Qué sería del amor si nosotras dejáramos un día de
dar. Dejaría de existir."
Y a las
ancianas de ochenta, esas viudas que envejecen solas, al contrario que a los
ancianos, las oigo abominar de la sola posibilidad de aguantar a otro hombre
más.
Sé, por otro
lado, que son las mujeres las que rompen más relaciones. A pesar de haber sido
educadas para sentirse fracasadas solas, y a pesar de haber sido educadas para
sentirse peor en soledad. Prefieren envejecer solas.
Parece por
tanto que las relaciones afectivas tienen muchas más probabilidades de
decepcionar, de dañar a la mujer que al hombre.
Y al final
lo que sirve en una relación de pareja es la subjetividad, cómo la vives y no
lo que quiera mostrar el otro.
¿De qué servía
que los hombres se sintieran Romeo si las mujeres no se sentían Julieta?
Podéis
pedirnos "espabilad", "realismo", "olvidaos de los cuentos del príncipe
azul", o "mantened distancia emocional".
Pero, está
comprobado: no sirve, generalmente.
Y es que nos crujen la cabeza desde pequeñas siempre con la idea, con la sospecha, de que no merecemos ser queridas. O bien porque tenemos los pies muy grandes para lo zapatitos de Cenicienta o bien porque tenemos el culo muy grande para los pantalones de Stradivarius. El caso es que no encajamos en la belleza o aún más, en la normalidad. La exclusión social nos hace intuir, entonces, que nunca seremos queridas.
Y es que nos crujen la cabeza desde pequeñas siempre con la idea, con la sospecha, de que no merecemos ser queridas. O bien porque tenemos los pies muy grandes para lo zapatitos de Cenicienta o bien porque tenemos el culo muy grande para los pantalones de Stradivarius. El caso es que no encajamos en la belleza o aún más, en la normalidad. La exclusión social nos hace intuir, entonces, que nunca seremos queridas.
Y nos entregamos en extremo, porque siempre creemos que tenemos que compensar
esas taras. Creamos relaciones
poco simétricas.
Al final de
la jornada, bien sea por el cansancio del amor, bien sea por estar siempre
dando sin recibir lo mismo a cambio, nos sentimos poco queridas, decepcionadas
y curiosamente, interpretamos que era verdad esa intuición nuestra adolescente: nos damos cuenta de que no merecíamos ser queridas.
Arriesgamos
demasiado las mujeres cuando nos enamoramos. ¡Toda nuestra autoestima!
Mi consejo, por tanto, para
minimizar estas pérdidas, es claro: COBRAR.
Objetivar
beneficios es mucho más racional.
De esa manera las relaciones tienen menos probabilidades de ser insatisfactorias y nuestra autoestima de verse herida.
De esa manera las relaciones tienen menos probabilidades de ser insatisfactorias y nuestra autoestima de verse herida.
Cobrar no es
una idea nueva. Es algo que de manera implícita se lleva realizando desde
tiempo inmemorial.
Es lo que se
esconde tras el deseo de que un hombre tenga dinero o seguridad económica.
Es lo que se
esconde tras la galantería de pagar las facturas o colmar a regalos.
Ya se han
tasado en los divorcios: el coste de los consejos, los apoyos, las coladas, la
comida, los cuidados. Aunque hay cosas superadas, hay otras que parecen
perennes como la de ver la basura antes que tú y tener que pedirte cada noche
que la saques, cuidar de tu madre como tú nunca harías con la mía o priorizar
siempre tu trabajo cuando tenemos hijos.
Mi consejo
es cobrar desde el principio, para evitar pesadas negociaciones a posteriori.
Un consuelo
para las románticas incurables a quienes les pueda dar grima este materialismo:
Si finalmente el romance sale bien y dura toda la vida, siempre podrás dejar el
dinero como los caseros, en depósito, pendiente de devolverlo solo si al final
no hay ningún destrozo.
Cobrar,
dirán algunos, es cosificarnos aún más, prostituirnos, convertirnos en objeto.
No si lo
hacemos explícito. Al contrario, es valorizar objetivamente un sacrificio que
ahora se nos paga con limosnas. Es resarcirnos de la insatisfacción que el amor
romántico nos acarrea.
¿Que os
llaman interesadas? Yo os invito a establecer un precio standard por hora y
expedir factura.
¿Cuánto nos
cuesta al fin y al cabo mantenernos a punto?
Dietas,
cremas, maquillaje, intentar encajar en una talla para la que aún fabriquen ropa.
Y yo
pregunto, ¿todo eso lo hacemos gratis?, ¿todas esas cremas anticelulíticas se
supone que han de ser una inversión? ¿En qué estamos invirtiendo? ¿en un amor
insatisfactorio o probablemente insatisfactorio?
¿Y aquellas que se pelean por pagar a medias la cuenta? ¡Vamos,
mujeres, transcendamos nuestra mansa inocencia!
¿De qué
estamos hablando?
Cremas de
hombre: aftershave y antiarrugas
Cremas de
mujeres: crema hidratante, crema depiladora, crema antiarrugas noche y día,
crema anticelulítica, crema para las bolsas, crema para la papada, crema para
las patas de gallo, crema reductora, crema moldeadora,...
Maquillaje
de hombre: 0
Maquillaje
de mujeres: Rimmel, base, corrector, polvos, lápiz, delineador, barra de
labios, colorete,...
Dietas de
hombre: Pocas.
Dietas de
mujeres: la de la piña, la de la savia, la de la alcachofa, la del pollo, la
Dukan, la de la anorexia, la de la bulimia, la del TAC...
Ya no vamos
ni a hablar del costo en salud, en dinero y en visitas a un ginecólogo -que te
mete un aparato por la vagina-, de los anticonceptivos.
Porque estas
son solo algunas de las muchas razones por las que al hombre, al final, el amor no le
puede salir gratis.
Y a las que
esto os parece una locura esta propuesta, yo os pregunto, cuántas de vosotras os habéis
preguntado alguna vez... después de
una relación insatisfactoria en la que al final:
1.- o has estado cuidando de un hombre sin espíritu,
2.- o has estado follando con un ególatra,
¿cuántas de vosotras no habéis pensado...
... si al menos hubiera cobrado?
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