“Dentro de lo que cabe yo no me puedo quejar.” Esta es la razonable frase con que muchos españoles, de entre tu familia o amigos, estas Navidades, y tras contarte la retahíla de abusos de los que son víctimas y la frustración que sienten, acabarán su discurso.
El que tiene trabajo lo dice pensando en los parados, los parados que llevan dos meses buscando curro lo dicen pensando en los de larga duración, y los de larga duración que cobran 400 eurillos lo dicen pensando en los que no tienen subsidio.
No crean que no, pero incluso los parados que no tienen subsidio se ojean de vez en cuando la foto de un niño africano, en huesos y rodeado de moscas, y murmuran “Dentro de lo que cabe yo no me puedo quejar”.
Como si quejarse de la situación de uno no fuera legítimo cuando hay otras personas en condiciones que son más injustas. Y la realidad matemática es que si esto fuera cierto sólo podría quejarse una sola persona en el mundo, la que está más jodida de todas. Y una sola, quejándose, no parece que pudiera hacer mucho ruido.
Pero vamos a detenernos en ese curioso individuo, el desempleado de larga duración que cobra cuatrocientos euros al mes y dice que dentro de lo que cabe no se puede quejar.
En primer lugar, pensemos ¿para qué recibe precisamente esos 400 euros al mes?. Obviamente no es para pagar una casa y alimentar una familia porque ese dinero no da.
Entonces, si no sirve para salir adelante, ¿para qué es untado cada mes con esta curiosa cantidad?
Hay gente que ingenuamente piensa que la intención de los gobiernos es que esas familias vivan dignamente y que aunque te subsidien una cantidad escasa para sobrevivir con decencia, si hubiera más dinero en las arcas del estado, los ministros de economía la aumentarían. Pero, ¿no piensan esos ingenuos que si el gobierno tuviera intención de mantener las familias de parados a flote en vez de dar 400, subsidiaría la alimentación y el transporte público para desempleados y otorgaría una casa de las muchas de las que puede disponer? Bastaría con crear puestos de trabajo en la alcaldía, promover a la industria local, apoyar a las organizaciones de parados y sus iniciativas para la creación de empleo. Pero ni el parado es prioridad en los planes públicos, ni hay intención alguna de que esa familia o individuo vivan dignamente. Más bien de lo contrario.
Explicaré porqué.
El sentido del mileurismo en los años 2000 era que los españoles no tuviéramos capacidad de ahorro. Así, para una compra que superara el precio de los bienes básicos teníamos que endeudarnos para forrar a los bancos.
El sentido del 400-eurismo, en esta nueva década, es que los españoles nos infantilicemos, involucionemos, nos alelemos.
Explicaré cómo.
Con 400 euros uno tiene que ser dependiente para sobrevivir, o vuelve a casa de su madre o a casa de su exnovia, pero ya no puede pagarse una propia. Las mujeres abusadas regresan con sus maridos y las que tenían una habitación propia ahora duermen con su abuela.
El objetivo del narco-subsidio de 400 euros es claro, idiotizar a la población desenmancipándola, porque no hay nada con un efecto narcótico mayor que estar a la sopa boba.
Ahí vemos a esos adultos narco-parados, antiguos albañiles y trabajadoras sociales, que reciben la paga como a los 17 años. Les da para comprar tabaco, el bonobús y pagarse una ronda de cervezas en el bar. (Porque ya a los cubatas invita algún señor mayor, que está prejubilado).
Mientras, el narco-parado desarrolla una actitud ambivalente con la suegra controladora, el exnovio manipulador y con el Estado, que subsidia mensualmente su narco-inutilidad. El narco-inútil los odia aunque los tiene que querer, porque le “ayudan”, porque depende de ellos, porque dentro de lo que cabe no se puede quejar.
Narco-parado común, ¿qué es lo que te impide darte cuenta de que a la sociedad no le sirves y a la familia no le aportas?, ¿qué es lo que te permite aceptar sin protestar que después de llamarte inútil te den un sueldo de dependiente similar al que le dan a los personas sin responsabilidad adulta que están a cargo de sus tutores?
El narcosubsidio es la mejor manera moderna de poder tratar a 5 millones de personas como imbéciles sociales sin que se quejen. Ojo, que el efecto sedante se puede incrementar yendo al psiquiatra (porque el subsidio no da para pagar un psicólogo, fuera de la seguridad social) o con los cubatas a los que invita el prejubilado de turno.
Así, cuando el narcoparado habitual diga que dentro de lo que cabe el no se puede quejar se le escapará un hilillo de baba por la comisura de los labios hacia el suelo que lo hará aún más convincente.