jueves, 18 de septiembre de 2014

la lluvia roja

La lluvia roja fue un fenómeno inoportuno y terriblemente dañino. Sucedió en un ano en el que a Ratanakiri solo se llegaba desde Phnom Penh tras tres días de viaje en camión.
Por entonces, los pueblos de Ratanakiri difícilmente se entendían entre ellos. Cada aldea era una isla de tradiciones ancestrales donde se mantenían oscuras pláticas con los espíritus. Los lenguajes eran infinitos y crípticos. No había comercio, carreteras o monasterios.
La lluvia roja fue un fenómeno inoportuno porque llegó al final de septiembre, cuando el monzón ya estaba amainando. Fue terriblemente dañino porque su virulencia alborotó los sembrados del arroz, que siempre se plantaba equidistante, y trajo consigo consecuencias trágicas.
Antes de la lluvia roja el arroz se plantaba y recogía al ritmo de canciones atávicas. Cada pueblo realizaba sus peculiares danzas cada vez que una planta era introducida en la tierra. Las coreografías estaban ingeniadas para que la distancia entre ellas fuera la apropiada.
En la recogida, los movimientos oscilantes de los cuerpos seguían los caminos trazados durante la siembra. Con los ojos cerrados, escuchando el coro de música, se podía adivinar la posición de cada grano de arroz.
Sin embargo aquel año, tras la lluvia roja, las plantas del arroz no estaban en su sitio. La lluvia roja fue tan tenaz que parecía más que un fenómeno climatológico alguna clase de ira. Arrastró todo el polvo y el óxido como si con su violencia pretendiera parar el paso del tiempo. Ratanakiri se convirtió en un maremoto de lodo.
Cuando cesó de llover, ni el ritmo ni la letra de las canciones de los campesinos les permitió para poder localizar de nuevo las plantas de arroz. Algunas se hallaban a kilómetros de distancia de sus granjas. Tuvieron que inventar nuevas rimas, pero las que ingeniaron no tenían verdadero sentido y no les facilitaban acercarse a sus plantas. Con el cambio de posición del arroz perdieron no sólo gran parte de la cosecha, también sus tradicionales estribillos cómicos y dramáticos.
Cuando paró la lluvia roja, los movimientos de los bailes no se coordinaban con la nueva posición del arroz y las coreografías dejaron de estar sincronizadas. La incomodidad de danzar sin música y la frustración de bailar sin arroz creó diversas dolencias musculares y reúma. Sin saber qué canción bailar, algunas de las piernas de los indígenas se confundieron, se enredaron, se anquilosaron. Esto fue más dramático que el hambre, sobre todo cuando con el tiempo aquellas piernas de campesino bailarín dejaron de ser útiles, ni para el arroz ni para la danza, y algunos decidieron cambiarlas por ortopédicas. Cuando las minas antipersona pusieron de moda las extremidades de plástico.
La moda de intercambiar carne por plástico transformó la orografía humana de Ratanakiri. Porque aunque al principio el habito de intercambiar extremidades verdaderas por falsas fue minoritario, posteriormente muchos indígenas serían amputados.
En los años siguientes al extraño fenómeno de la lluvia roja, los llamados “tullidos” se hicieron tan numerosos que fundaron su propia tribu. Se comunicaban con su propio lenguaje, el de la lengua cortada. Como su Dios eligieron aquel que está privado de extremidades: el del árbol talado.
Como los tullidos carecían de arroz y de brazos para cultivarlo, les pidieron baguettes a los franceses y fue al delicioso olor de los croisanes que en otras tribus se cortaban los pies, los dedos e incluso la lengua, para poder ser reconocidos como tullidos y dirigirse al árbol talado con entrecortadas palabras.
Muchos quisieron nacionalizarse tullidos por no tener dientes, algunos calvos se hacían pasar por oriundos de la tribu del árbol talado y varios tartamudos pidieron asilo político alegando persecuciones en sus pueblos de origen que nunca fueron del todo probadas.
Se puso de moda en Ratanakiri mirar sin ojos, abrazar sin brazos y hablar sin lengua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario