viernes, 4 de julio de 2014

Histeria Masculina



Ayer me llegó una carta de la recién elegida presidenta de la pequeña isla de Tlön, en el Mediterráneo Oriental. Y aquí reproduzco una parte:

"Acabar para siempre con el patriarcado no será algo fácil, pero en la isla de Tlön no lo hemos propuesto. Ahora que hemos ganado las elecciones, comenzaremos tomando el poder armado. Y es que no tendremos garantía de que los hombres no vuelvan a dominarnos hasta que no controlemos el ejército. En una situación de inestabilidad, teniendo en cuenta que nuestros cuerpos son pequeños y a veces, embarazados, es necesario compensar su superioridad en fuerza con las armas.

Tlön es una democracia y debe seguir siéndolo, por lo que invitaremos a los hombres a participar de nuestro poder militar... pero en un porcentaje bajo... que nos garantice que no se alíen entre ellos para darnos un golpe de barracas y volver a tener el control armado.

De veras necesitamos acabar con el patriarcado para siempre, la Violencia de Género nos lleva a vivir con miedo, casi un 20% de nosotras hemos sufrido agresiones sexuales y más de media centena muere al año, asesinadas por sus maridos.

Por eso, los hombres podrán participar del ejército, pero en un porcentaje bajo, y sin hacer corrillos, que a ver qué es lo que traman. Alguno quizás llegue a capitán, pero deberá ser complaciente con la hegemonía de nuestro poder.

Repito: No somos tiranas. Pero no queremos seguir viviendo con miedo. Por eso hemos decidido hacerles olvidar. Queremos borrarles poco a poco la memoria de su poder criminal intelectual y físico, hacerles olvidar en la educación y en los libros la existencia de sus filosofías y religiones de dominación. En los nuevos libros que estamos imprimiendo apenas hay relatos de hombres. Apenas quedan placas con sus nombres en nuestras calles. Hemos ido borrándoles el rastro.

Algunos de ellos, en algún momento, se preguntarán por su historia. Y tendremos que negarles que les hemos silenciado. Dice mi secretaria que pongamos una placa en los colegios "El talento de los hombres no ha servido para hacer historia, pero su sonrisa nos alegra el corazón". Ana siente compasión por lo que nos vemos obligadas a hacer, pero como yo, sabe, que si queremos ser libres, no tenemos otro remedio.

Creemos que sus violencias habituales irán desapareciendo porque nunca más serán impunes. Y toda apología a la violencia contra las mujeres será castigada con el más severo ostracismo.
Si se quejan del rol pasivo al que nos ha forzado a encasillarles esta necesidad nuestra de defendernos, serán considerados histéricos, conminados a guardar calma, y si insisten, serán visitados por un psicólogo.

Para que no vuelvan a aliarse y retomar el poder, para que el miedo a sus violencias se borre de una vez por todas de nuestra isla, nos vemos obligadas a hacerles ver que su lugar ideal es de segundones.

Y nos tendremos que esforzar en que no creen fuerza colectiva entre ellos. Lo ideal sería que compitieran, que no pudieran confiar los unos en los otros, que continuamente se pusieran zancadillas entre ellos, que pelearan. A una ministra se le ha ocurrido una idea un tanto rebuscada para impedir que se alíen, para mantenerlos peleados. Si te la digo pensarás que somos tiranas, pero hemos pasado mucho miedo, Miranda, y queremos por fin vivir en libertad... A la ministra de sanidad se le ha ocurrido hacerles creer desde pequeños, que deben competir por nuestra aprobación, y que pocos de ellos pueden obtenerla, quizás los que sean modélicos de alguna imposible manera. A la ministra se le han ocurrido dos o tres cosas para conseguir que deseen tanto nuestra aprobación: i) educarles para ser muy dependientes, de manera que necesiten de nuestro afecto, y esa competición entre ellos sea inexcusable, ii) darles pocas oportunidades de trabajo, para que económicamente necesiten el apoyo de alguna de nosotras, iii) hacerles vivir bajo alguna amenaza, de manera que sientan que necesitan nuestra protección. No sé, quizás pondremos en marcha las tres. Sé que son crueles y retorcidas, pero tenemos que defendernos. No imaginarás la cantidad de torturas que se repiten en nuestros hogares, el apartheid al que nos han condenado a vivir.

Necesitamos controlarles para que no vuelva el horror. Hemos vivido atemorizadas. No somos tiranas, y como en el ejército, también les dejaremos participar en el parlamento de Tlön (en un porcentaje pequeño y solo a los más complacientes con nuestra hegemonía). Es importante que se sientan escuchados. Quizás propongan cosas como la obligatoriedad de poner tallas de ropa para hombres sin músculos en nuestras tiendas, que el ministerio controle esa probable nueva enfermedad obsesiva del alargamiento de pene que estará matando a tantos adolescentes, o la campaña "es mi semen, yo decido", para que no se vean obligados a donar semen si no quieren."


El resto de la carta de la presidenta de Tlön, vieja amiga, es personal y ahorro transcribirla aquí. Me ha resultado curioso que el mundo que describe es exactamente en el que vivimos, pero al revés. Somos las mujeres las que tenemos un porcentaje bajo (y solo las más complacientes con la hegemonía masculina) de representación en el poder y solo arañamos un poco para demandar las cosas más urgentes e inexcusables de nuestra vida. Se nos educa sin memoria colectiva, como segundonas, pasivas y complacientes. Se nos enseña a competir entre nosotras desde pequeñas por modelos imposibles y por la aprobación masculina.

Lo curioso es que esta situación solo tendría sentido si alguna vez hubiéramos, como en la isla de Tlön, supuesto alguna amenaza. Tendría sentido, como explica mi amiga, si los hombres tuvieran que defenderse de nosotras porque aliándonos y tomando el poder instauraríamos una situación de terror en la que vivirían discriminados, humillados, con miedo a ser violados o maltratados. Cosa que nunca ha pasado y que resulta, cuanto menos, inverosímil.

Por eso me he planteado, ¿qué nivel de cobardía supone instaurar un sistema de dominación cruel y desmesurado para aplastar a la mitad de la población en posible respuesta a un peligro que nunca ha existido? ¿Qué nivel de histeria colectiva hay que tener para aplastar a todo un género como si alguna vez hubiera sido tu enemigo?

Porque eso es lo que ha pasado, ¿no?

Si consideramos la histeria como la reacción desproporcionada e irracional a una situación que no la justifica; el patriarcado es la mayor manifestación histérica que jamás ha habido.

La histeria masculina que ha creado el patriarcado es tan fuerte que le bastan mitologías improbables de mujeres opresoras, como los relatos bíblicos, los cuentos de hadas, los relatos homéricos; para justificarse.

Es un miedo tan desproporcionado que en cuanto una mujer adopta un rol no pasivo algún hombre se siente oprimido. Es una percepción de amenaza tan fuera de lo real que incluso maltratadores se sienten maltratados por no poder persistir en su maltrato al ser denunciados.

¿Qué es sino un arrebato de cobardía de dimensiones macro el comparar con nazismo al feminismo, por medio del apelativo "feminazi"?

En serio, si pudiéramos físicamente violaros, estoy segura de que antes de vivir con ese miedo, ya estaríamos todas tomando bromuro diario obligatoriamente.

Si en España, en lo que va de año 2014, en vez de ser 35 las mujeres torturadas y asesinadas por sus maridos, hubieran sido 35 los maridos torturados y asesinados por sus mujeres, ya estaríamos todas siendo investigadas.

La histeria masculina, individual y colectiva, llega a límites tan sorprendentes que a llegado a acusarnos a las mujeres, de ser nosotras las histéricas, tachando como desproporcional cualquiera de nuestras reacciones emocionales a la opresión patriarcal.

E, histéricos ellos, han negado su propia histeria y dado a entender, que somos las mujeres las que no somos comedidas, justas, proporcionales o magnánimas, sino caprichosas, victimistas, exageradas e irracionales.

Es importante, pues, mujeres, que cuando nos duelan las opresiones, aunque aún no las sepamos identificar (eso llega con las gafas de género) nos quejemos. La patologización que han hecho de nuestra respuesta de rabia al patriarcado nos hace muy vulnerables a sus abusos.

Cuando nos maltratan y pensamos, ¿será que estoy yendo de víctima?
Cuando nos invisibilizan y pensamos, ¿seré una caprichosa que necesita mucha atención?
Cuando nos soban físicamente y pensamos, ¿estaré exagerando?:
No lo pensamos nosotras! Lo piensa un policía de la histeria que el patriarcado ha instalado en nuestras cabezas!

La racionalidad humana puede llegar a defender la superioridad del hombre, de los blancos, de los jóvenes, de los heteros, de lo que sea. Pero el dolor de ser tratado como un inferior es la gran prueba de nuestra igualdad. Por eso es por lo que intentan que anestesiemos ese dolor, patologizándolo, porque es esa conciencia el motor de la rebeldía, o como decía Marx, el motor de la historia.

El patriarcado es una conveniente racionalización a la histeria colectiva masculina. El feminismo, la igualdad, es una gran verdad emocional.

Que es verdad que esa verdad emocional a veces estalla como una olla exprés, generalmente después de callar o perdonar durante mucho, o que estalla cuando tenemos la regla y los cambios emocionales hacen que se salten los cerrojos de los controles de nuestra obediencia. Da igual. Da igual, mujer, como lo sientas, pero no dudes de lo que sientas, porque en esa irracionalidad está el comienzo del camino de la conciencia. Dice Juan Carlos Monedero que "la emoción hace que el dolor se convierta en saber, el saber en querer y el querer en poder y el poder en hacer"





2 comentarios: