Pilar 17 años
Todo comenzó a los 7 años, una niña nueva llegó al
colegio, y con su llegada las pocas amigas que tenía se fueron con ella. Yo era muy tímida y no me atrevía a hablarla, a pesar de ser ella la
nueva. Poco a poco mis amigas dejaron de hablarme y en el patio del colegio
acababa con niñas mucho menores que yo o jugando sola. Al cabo de unos años fui
engordando y desarrollándome y eso supuso un gran motivo de burlas ya que fui
la primera en desarrollarse de toda mi clase.
El primer insulto que recibí fue de mi mejor amiga, que me llamó gorda y me dibujó en la pizarra calva, meándome y gorda, me gritó "este es tu futuro, nadie te querrá. " A lo que el resto se sumó llamándome fea, gorda, calva… Mis años de colegio fueron un calvario que dejó mi autoestima destrozada, ni las niñas pequeñas se querían acercar a mí.
Cuando acabé el colegio, con
la autoestima ya minada no me imaginaba que lo que vendría sería peor.
Por aquel entonces estaba
gordita, sin embargo no era la más gorda de mi clase, a pesar de eso me
torturaron psicológicamente llamándome gorda, de nuevo dibujándome y a esto se
sumaron las llamadas telefónicas a altas horas de la mañana así como el acoso
por Tuenti donde colgaban fotos y me etiquetaban.
Llegaron a llamarme Hans Topo, por mis gafas, así como múltiples insultos más
de los que ni quiero ni puedo acordarme.
En este contexto comenzaron mis andanzas en la autolesión, para redimirme y
castigarme por ser lo que mis compañeras decían de mi. Me odiaba hasta el punto
de hacerme cortes diariamente, hasta el punto de tres intentos de
suicidio…
Ya en la autolesión el bullyng siguió haciendo mellas en mí y golpeó mi
inexistente autoestima con los constantes gorda pintados en mesas, paredes,
pizarras… Un día tras ver en mi mesa un dibujo en el que me llamaban obesa me
fui al baño y vomité, me induje el vómito por primera vez en el tercer baño del
servicio de chicas que estaba al lado de mi clase.
Las burlas acabaron en 1° de bachillerato, cuando empecé a salir con un chico y
mis compañeras estaban más preocupadas por su futuro que por mi, sin embargo
hasta acabar el mismo curso y conocer a una persona que me introdujo en el
feminismo, la bulimia continuó, así como la autolesión.
Darle un significado político me ha hecho
comprender que no era mi culpa, y a partir de quitarme la culpa todo ha
mejorado mucho
Sin feminismo, estaría muerta en vida, o
directamente muerta
A día de hoy mi autoestima da bandazos. Las secuelas del bullying no han
acabado.
*****
Julia 22 años
Descubrí que tenia Alopecia Areata a los 7 años. Es una enfermedad
autoinmune que hace que se caiga el pelo (mis defensas atacan a mi pelo
pensando que es algo malo.)
A esa edad solo tenia ligeras calvitas que iban repoblándose y no se
notaban demasiado y ya empezaron las burlas y desprecios por parte de mis
compañeros de clase, como apartarme de ciertos juegos por esto, pero eso no lo
recuerdo tan nítidamente como lo siguiente. A los 10-11 (en 6º primaria)
perdí el pelo por completo e iba al colegio con pañuelos, hasta que me
compraron una peluca. Los niños de mi clase, con los que luego iría al
instituto a veces me hacían preguntas incómodas en grupo y luego se
reían.
Pasamos al instituto, yo con mi peluca y un mundo nuevo lleno de caras
nuevas y de gente nueva... Yo no me hablaba con mucha gente a pesar de ser
bastante sociable, pero eso daba igual, en dos días todo el instituto se había
enterado de que yo era calva, no que tuviese una enfermedad autoinmune, ni que
me llamase X, ni de que mi comida preferida fuese la sopa, sino de que era
calva, calva, calva, calva... Me lo recordaba gente que no había visto en mi
vida a gritos por el pasillo, en clase, en el patio, a la salida o en el autobús,
cada vez que me veían ¡CALVA! o mirándome en pequeños grupos,riéndose y
señalándome "Esa es calva" ¡como si yo no lo supiera!. Tenia miedo de
que mi madre viniese a buscarme algún día y lo viese todo.
Recuerdo especialmente un día, estábamos sentadas en mesas de 6 trabajando
en la clase de plástica, concentradas, en absoluto silencio, y el profesor en
su mesa. Un chaval de mi clase decidió gritarme desde la otra punta de la clase
y romper el silencio "eh tu, calva, que estás calva", todos me
miraban y yo miraba al profesor y el a mi fijamente, yo esperaba que el dijese
algo, pero no fue así, me miro durante un siglo (para mi) aunque en realidad
fueron 5 segundos y siguió a lo suyo. Alguna risa de fondo, algún sentimiento
de injusticia ahogado, pero nadie dijo nada, yo tampoco, seguí pintando y
deseando que terminase la hora.
Terminé primero de la ESO (11 años) y me fui de vacaciones con mis padres.
Ese verano me empezó a crecer el pelo "gracias" a un tratamiento
dermatológico (cabe decir que mi familia lleva toda la vida llevándome a dos
mil millones de sitios en busca de una solución mágica, dejándose un pastizal)
este tratamiento se llama "dicenciprona" y me daba una reacción alérgica para que mis defensas se ocupasen con combatir esta amenaza en vez de
mi pelo, provocándome un picor y unas ampollas horriblemente dolorosas, pero
daba igual, yo no quería ser calva, al precio que fuese.
Volví en segundo de la ESO (12 años) con el pelo muy cortito, pero con
pelo. La gente ya no se acordaba de mi, me obviaban, hasta que vieron que mis
tetas eran lo suficientemente grandes como para seguir obviandome. Pasé de ser
la tía con la que todos se metían a ser la tia a la que todos querían
follarse.
En tercero de la ESO (13 años) se me empezó a caer el pelo de nuevo, a
pesar de las miles de ampollas que me producía este tratamiento, se ve que mi
cuerpo se acostumbró a el. Yo tapaba todas las calvas pintándomelas con spray,
poniéndome miles de pañuelos, diademas... pero llegó un punto en el que
resultaba imposible taparlas todas. Un día de octubre, en el patio una
compañera me dijo "se te ve la calva de arriba" y algo se me removió dentro... me toque despacio, no podía taparla con nada, así que entré a
secretaria y dije (por primera vez en toda mi escolarización) que llamasen a mi
madre que me dolía mucho la tripa. Mi madre vino a buscarme, me monté en el
coche y no volví al instituto. Vinieron dos personas a darme clases en casa
para ir aprobando los examenes e ir pasando de curso. Me quede encerrada en
casa desde octubre hasta junio/julio. No salia ni para comprar el pan. Me
avergonzaba de mi. No quería volver a ponerme una peluca porque no quería
volver a vivir aquel infierno diario. Me tapaba la cabeza con dos pañuelos y un
gorro para que nadie me viese (ni mis padres, ni mi hermano). Intenté
suicidarme.
La gente del instituto me agregaba al messenger para insultarme y
preguntarme "no vas al instituto por que estás calva?". Mis padres
estaban bastante preocupados y buscaron en internet algo de ayuda, localizaron
una asociación en la que se reunían personas con esta enfermedad, se pusieron
en contacto con ellas. Había gente de todas las edades y de distintas partes
del mundo, cada una con una historia diferente. Una de estas personas y su
familia nos invitó a mi familia y a mi a su casa a pasar el verano. Me ayudó bastante salir y conocerles, deje de taparme la cabeza y volví a usar peluca
para terminar 4º de la ESO en ese infierno.
Ese curso fue un poco más llevadero. Pasé a ser invisible para muchos,
hasta que un día defendí a unas chicas a las que estaban pegando en el pasillo
por tener diversidad funcional. Entonces volvieron a la carga, me empujaron y
me tiraron al suelo mientras me insultaban y llamaban "calva de
mierda" entre risas, pero ya me daba igual, solo me quedaban unos meses
para terminar el curso.
Al terminar el curso no terminó el bullying, después de esto ha habido
intentos de ridiculización. Un par de veces personas que eran bastante cercanas
han recurrido a este insulto al decirles que NO quería follar con ellos.
Después de entender que no quiero ser como me han dicho que debo ser,
después de quererme un poco a pesar del bombardeo social, de valorarme, de
empoderarme, de decidir cuando, como y donde quiero tener pelo y (a veces)
llevarlo a cabo y quitarme la peluca. Después de todo esto (y a la par) le puse
nombre al feminismo. Me empecé a querer, a valorar, a empoderar. Soy capaz de
hablar de ello, e incluso de publicarlo. Soy capaz de hacer todo lo que me
proponga y me alegro de no haber terminado con mi vida cuando quise hacerlo,
porque la vida es lucha y nuestro cuerpo, un campo de batalla.
*****
Adelina 22 años.
No faltaron docentes iluminadxs que me instaron a esforzarme en
encajar, ni las situaciones ocurridas en sus mismas narices que se pasaron por
alto. En mi caso el bullying empezó cuando fui al instituto en 1º de ESO. No
voy a intentar explicar las causas porque eso implicaría que mi perfil tiene
algo demonizable, y por ahí no paso. Eso me lo explicó el feminismo años
después.
Los insultos y ataques eran diarios en el instituto. Como soy una chica
no era frecuente que me pegaran o me atacaran físicamente, aunque también
ocurrió alguna vez. En general mi sensación era de absoluta soledad y
desconcierto, porque no entendía por qué me pasaba. Básicamente era la
marginada de la clase. Me insultaban a todas horas y mi autoestima se fue a la
mierda. Al final de la jornada lectiva llegaba a casa y las cosas no mejoraban,
porque allí la violencia se recrudecía. De modo que no me sentía segura en
ningún entorno, ni en clase ni en casa, y eso jodió algunas partes de mí para
siempre.
Obviamente no me atreví a contárselo abiertamente a nadie de mi
familia. Insinué alguna cosa y la respuesta fue que había que pasar de esas
cosas, que ya se aburrirían. Que si yo no entraba al trapo, no tendrían razones
para seguir. Eso me entristeció y me llenó de impotencia. Joder, no iba a poder
hacer nada para no tener yo la culpa. El viejo argumento de perder las formas y
perder la razón.
La indefensión aprendida es una de las constantes en la creación del
“otro” víctima que más me han irritado siempre. Se nos hace dependientes de
unas estructuras que jamás nos van a ayudar; más aún, esas estructuras están
pensadas para el amparo de quien abusa y la estigmatización de quien sufre los
abusos.
Cuando era adolescente creía que iba a recibir ese trato durante toda
mi vida; llegué a creer que había algo en mí que animaba a la gente a sentir
asco y a despersonalizarme... Pero no. Sobreviví. Salí de ese instituto,
estudié bachillerato en otro y las cosas fueron mucho mejor. Ahora tengo
veintidós años y, aunque a veces siento algún acceso de victim shaming
interiorizado, sé que cuento con las armas para combatirlo. El feminismo y una
manada de amigxs maravillosa me han acompañado en el proceso. La verdad es que
sí, sigo teniendo issues. No me he atrevido a hablar de esto en Twitter
abiertamente desde mi cuenta. Me he limitado a hacer unos pocos retuits. Creo
que es una de las paradojas que más rabia me dan de mi activismo, seguir
sintiendo algo de vergüenza por esto.
Como si a una chica dura no le pudieran
pasar estas cosas.
*Las edades y las historias son reales. Los nombres son ficticios, tomados de 3 tres de las 13 rosas que perdieron la vida luchando por la libertad.
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