Tengo 22 años. Desde muy pequeña he sido inquieta, curiosa y rebelde. Y lo peor de todo, es que mi hermana, con la que siempre he ido a clase, también lo era.
Juntas éramos una unión indestructible,
no necesitábamos a niños con los que jugar ni tampoco la aprobación de nadie.
Nos cambiamos tres veces de colegio y
dos veces de instituto y en todos me he sentido acosada diariamente. A nadie le
gustaba que una niña plantara cara a sus compañeros, fuera rebelde e
independiente, ni que se enfrentara a los profesores.
Por eso, recibí insultos
diarios y daba igual la excusa.
Siempre llevé chándal al colegio y al instituto
porque era lo más cómodo. Me atacaban por eso.
Por mis dientes, por mi pelo,
por no tener "desarrolladas" las tetas, por jugar deportes con los
chicos, por ganarles en las clases de gimnasia.
Me marginaban constantemente e
incluso los profesores fomentaban ese acoso.
También recibí patadas en el
estómago de chicos por plantarles cara. A la salida del colegio me esperaban
para darme patadas en la mochila y amenazarme. Yo jamás se lo dije a mi padre,
que era quien nos recogía del colegio.
En los recreos me pegaron varios chicos
porque "era muy vacilona" y me tiraron por una cuesta de tierra
delante de todo el colegio. Recuerdo también que me tiraron una tapa de cemento
en el tobillo cuando iba a rescatar un pájaro atrapado, tuve que salir cojeando
del colegio.
Tampoco a los profesores, que a veces incluso optaban por lanzar
mi estuche contra la pared como forma de amedrentarme.
Mi hermana y yo a pesar
de ello, éramos imparables, pero habíamos normalizado el acoso y la humillación
constante.
En el instituto también nos marginaban,
las chicas nos ignoraban y los chicos nos atacaban por nuestro vestuario, por
ser "pelotas", por ser vacilonas, por ser atrevidas. Por todo.
En los
últimos años de instituto el acoso ya tenía contenido más sexual. Ya no eran
simplemente los "puta" que recibía por ligar con los chicos de clase,
o por no querer hacerlo; ahora me atacaban por tener "muchas tetas".
En los pasillos se apoyaban todos los chicos de la clase y me hacían "el
paseíllo". Cinco minutos antes de que acabara cada clase, los chicos
movían las mesas al mismo tiempo y me gritaban "suelo, suelo, suelo"
y me miraban entre todos entre risas sádicas.
En los cinco minutos de descanso,
me encerraban en el baño o intentaban tocarme una teta.
Pero lo que más hacían
era cogerme de pies y manos y balancearme en medio del pasillo hasta que me
dejaban tirada en el suelo.
También hemos tenido que pegarnos por ganar
respeto, sólo así entendían que estábamos enfadadas.
Recuerdo una vez que a mi
hermana le deshicieron el peinado que llevaba y le pegó una patada a un chico y
le tiró al suelo. Después este le propinó unas cuantas patadas en la espinilla.
Yo me enteré y fui a defenderla, pero me taponaron la puerta de clase mientras
a mi hermana la pegaban.
Y esto era mi día a día en los colegios
y en los institutos, en los recibimos el rechazo de la mayoría y el respaldo de
muy pocos.
* Desde este blog se apoya la iniciativa noacosoescolar.wix.com/sobreviviendoalacoso de apoyo a víctimas y supervivientes del bullying. @_NoAcosoEscolar
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